El marisco forma parte de prácticamente todas nuestras celebraciones. En las comidas, ya sea en los entrantes o como primer plato, siempre encaja perfectamente y en verano es frecuente pedir una bandeja variada de mariscos para comenzar una comida: mejillones, gambas, ostras, bueyes de mar o nécoras son algunas de las piezas que suelen formar parte de estas bandejas.
Normalmente, cuando un grupo acude a comer y pide estas bandejas tan populares en lugares de la costa como Galicia, Euskadi o la costa Mediterránea, quieren consumir mariscos sabrosos y a muy buen precio. Por eso, la mayoría de establecimientos echan mano de dos herramientas muy útiles: el marisco congelado y un buen hacer en la cocina.
Los mariscos congelados tienen precios sin competencia y, además, permiten disponer de mariscos durante todo el año. Eso hace que estas bandejas puedan servirse siempre, con independencia de que estemos o no en temporada. Pero, además, permite que se sirvan siempre al mismo precio, lo que también contribuye a que sean mucho más económicas. Y, además, se puede contar siempre con una gran variedad de productos disponibles durante todo el año.
Muchos restaurantes y bares, llegado el verano, tienen cartas en las que tienen mariscos congelados combinados con mariscos frescos. En el caso de los mariscos frescos esto se destaca, indicando también la procedencia. El precio es significativamente mayor para quienes quieran este marisco fresco.
En otros tiempos, la diferencia del sabor podía justificar el mayor coste del plato, pero hoy lo cierto es que las técnicas de congelado permiten contar con productos de una gran calidad que, una vez descongelados, saben cómo recién capturados del mar. Bien cocinados, con el punto justo, se consiguen platos de lo más suculentos.
Y es que la preparación del marisco puede parecer extraordinariamente sencilla, ya que solo hay que cocer el producto. Pero hacerlo a la temperatura adecuada, el tiempo adecuado sin pasarse ni quedarse corto y añadiendo la cantidad justa de sal son claves para lograr un buen sabor. Y todo esto varía si el marisco está vivo o está muerto, caso del congelado.
Por tanto, tener un buen punto en el marisco es fundamental y puede marcar la diferencia haciendo que un marisco congelado bien cocinado llegue a ser mucho más sabroso que uno fresco con el que se han equivocado en los tiempos de cocción o que han introducido en la olla sin ser el momento adecuado para hacerlo.