No soy un profesional de la medicina y esto no pretende ser un texto médico, tan solo se trata de una opinión basada en mi experiencia personal y la información que he recabado. Pero avanzo que la conclusión no es muy políticamente correcta: si no puedes dejar de fumar, no lo dejes. Dicho así, suena muy mal, pero voy a tratar de explicarme.
Yo llevo fumando unos 20 años una media de diez cigarrillos diarios. Es decir, no soy un fumador empedernido, pero son muchos años con este hábito. Más o menos hace unos dos años me empecé a asustar cuando comencé a tener unos dolores en las cervicales. Me hicieron alguna prueba y la cosa se complicó porque en una radiografía apareció algo que había que analizar más a fondo. Alguien me hablo de cancer de cuello y me asusté. Lo primero que me recomendaron fue dejar de fumar.
No soy yo quien a estas alturas va a negar que el tabaco es malo: es malísimo, pero una vez que coges el vicio, puede ser muy difícil dejarlo, incluso perjudicial. Al final, aquel elemento sospechoso de la radiografía se quedó en nada, pero lo pasé tan mal en aquella época de incertidumbre que me decidí a dejar de fumar.
Lo primero que pasó fue que engordé bastante. No soy la persona del mundo con más fuerza de voluntad y me di cuenta de que si no era el tabaco necesitaba otro vicio que echarme a la boca: el problema es que sin tabaco, empecé a cultivar diferentes vicios: también me dio por beber más alcohol de la cuenta y alguna vez, además, recaía en el tabaco.
Probé de todo: parches, pastillas, terapia, etc. Nada, no podía dejarlo del todo y encima me estaba perjudicando por otros vicios que habían llegado como consecuencia de intentar dejar el “gran” vicio. Y entonces mi médico de cabecera, tras explicarle lo del “amago” de cáncer de cuello y demás, me dijo: sigue fumando, intenta fumar menos cigarrillos al día, pero deja de luchar, porque te está saliendo demasiado caro. Y así lo hice: solo fumo 5 o 6 cigarrillos al día, pero estoy mucho mejor.