Desde siempre, en mi familia hemos tenido un pequeño conflicto futbolístico. La familia de mi madre siempre fue del Real Madrid y la de mi padre del Atlético de Madrid. A mí me pusieron las cosas difíciles, así que tiré por la calle de en medio: decidí que no me gustaba el fútbol, así no tendría que discutir. Pero mis hijos no han seguido mi buen ejemplo: no, a ellos sí les apasiona… y cada uno ha elegido un equipo distinto. ¡Menudo panorama!
El mayor tiene 9 años y el pequeño 6. El mayor fue conquistado por la familia de mi madre, así que a la familia de mi padre no le quedó más opción que apostar fuerte por el pequeño: y lo consiguieron, es más cholista que el entrenador del Atlético. La cuestión es que los chicos se llevan bastante bien, menos cuando hay partido, claro.
La rivalidad ha llegado a tal punto que lo quieren tener todo con los colores de sus respectivos equipos. No son niños muy caprichosos con otras cosas, así que con el tema del fútbol consentimos un poco. Cuando llegó el cumpleaños del pequeño, yo pensé en decorarle la habitación con símbolos de su querido club. Hasta pedí un estor fotográfico por internet con la foto de Griezmann, su ídolo: menos mal que esta temporada no ha decidido fichar por el Barcelona, porque tendríamos que haberlo cambiado…
Y claro, cuando el mayor vio lo que habíamos hecho en la habitación del pequeño puso cara de póker. Supimos en ese momento que, cuando llegase su cumple tres más después, debíamos actuar en consecuencia. Pero en esta ocasión lo tuve más difícil para elegir un rostro para el estor. Su ídolo hasta el verano era Cristiano, pero el tipo se fue a Italia. Tuve que sondearle en las últimas semanas para ver qué jugador podía colocar en el estor fotográfico, no vaya a ser que luego no le guste. Opté por Sergio Ramos, un clásico que seguirá en el club por los siglos de los siglos, ¿no? Y así quedamos todos contentos: el pequeño y el mayor.