Actualmente existe una polémica sobre si una persona adulta debe de tomar o no leche. Uno de los argumentos que se dan es que el hombre es el único mamífero adulto que toma leche. Pero el argumento es bastante débil, ya que el resto de mamíferos no tendrían acceso a ella. El hombre comenzó a consumir leche de adulto una vez que comenzó a practicar la agricultura y tuvo animales a su disposición para poder ordeñarlos.
La leche forma parte de la dieta humana desde hace miles de años y, aunque algunos adultos desarrollen intolerancia a la lactosa, no es indicativo de que la leche no sea un alimento apto para personas adultas. De hecho, hay niños que incluso nacen con intolerancia a la lactosa al carecer su intestino de lactasa.
Cuando se sufre de intolerancia a la lactosa, la leche y sus derivados no son bien digeridos por la persona, causándole cólicos, diarreas y gases. La intolerancia tiene diferentes grados, por lo que alguien con este problema es posible que pueda consumir yogur o quesos curados, mientras que otras personas no puedan tomar nada en absoluto.
Para las personas con intolerancia a la lactosa existen productos sin lactosa: leche, yogur, queso… pero en el caso de que el problema sea alergia a la proteína de la leche de vaca, tampoco podrán consumir estos alimentos, debiendo de tomar en su lugar leche vegetal, yogures de soja o tofu.
Las personas que no sufren de intolerancia a la lactosa o de alergia a la proteína de la vaca pueden consumir leche y sus derivados sin ningún tipo de problema, dentro de una dieta equilibrada. No hay ninguna razón para evitarla como tampoco hay ninguna evidencia científica de que el consumo de leche en personas adultas pueda causar problemas de salud de ningún tipo.
Se ha llegado a decir que la leche es la causante de que en occidente haya tantos casos de cáncer, dando como más sana la alimentación a base de soja de los países orientales, pero esto es algo totalmente falso
Antes de dar crédito a rumores o habladurías, lo mejor es consultar en páginas médicas acreditadas para saber si lo que dicen tiene alguna base real o si se trata de un rumor que está apoyado en medias verdades o incluso en intereses de otros tipos. En caso de duda, una consulta al médico de familia puede responder a todas las preguntas que puedan hacerse.