Todo el mundo da consejos sobre cómo hacer una dieta y las claves de su éxito, pero pocos hablan de lo que sucede después de terminar la dieta. Se supone que uno termina la dieta una vez que consigue sus objetivos. En mi caso me había planteado algo no demasiado ambicioso. Traté de perder unos 6 kilos en la primera parte del año y lo logré. No sin dificultades, pero lo logré.
Lo que hice, básicamente, fue controlar las cenas. La cena es lo más peligroso para alguien que está siguiendo una dieta. Solía tomar algo de fruta, tal vez de pollo o pescado a la plancha, o tortillas. También estaba muy atento a los nutrientes de los alimentos, como las vitaminas de los huevos o de la fruta. Cuando alguien quiere perder peso no debe perder de vista el hecho de que adelgazar no puede suponer comer peor, en todo caso comer menos cantidad, pero no peor.
En este sentido, los más puristas dirán que tampoco se trata de comer menos cantidad, sino de organizar bien los alimentos para comer lo mismo pero con menos calorías, manteniendo los nutrientes. Por eso yo estaba muy pendiente de las vitaminas de los huevos y de otros alimentos para no cometer el error de perder peso a costa de perjudicar mi salud.
Todo salió más o menos bien. Pero una vez que adelgacé me encontré en una situación extraña. ¿Y ahora qué? Realmente no quería seguir adelgazando, quería mantener en un peso durante los siguientes meses. Ver si era capaz de que la báscula se mantuviese equilibrada. Y es que tengo grandes dificultades para mantener un peso: se puede decir que o estoy adelgazando o engordando. Y no puede ser.
Cualquier persona que le cueste adelgazar me tomará a broma pero es totalmente cierto: casi me cuesta más mantenerme en un peso que adelgazar. Y es que cuando me relajo empiezo, poco a poco, a relajar la alimentación, un gramo por aquí y otro por allá y termino en unos meses con el mismo peso que antes. Pero esta vez espero que no me ocurra.