El cambiar neumáticos Pontevedra es un asunto que muchos conductores pasan por alto hasta que un día se encuentran con una rueda tan gastada que parece un balón de playa desinflado. He visto a amigos míos que prefieren exprimir los neumáticos hasta el límite, convencidos de que mientras no revienten, todavía dan la talla. Cuando les pregunto si no temen quedarse tirados en medio de la autopista, encogen los hombros y me miran como si fuese un exagerado. Sin embargo, la realidad es que las ruedas son un componente fundamental para tu seguridad, así que más vale no jugársela.
Reconozco que a mí también me costó entender la importancia de revisar los neumáticos según la temporada. Cuando caen las primeras heladas y la carretera se convierte en una pista de patinaje, uno se acuerda de la adherencia. Si vives en una zona con inviernos suaves, a lo mejor te libras de equipar las ruedas de invierno, pero si te toca moverte por carreteras montañosas, la diferencia entre llevar un neumático adecuado o uno gastado puede notarse en cada curva. Y a medida que sube la temperatura en verano, tampoco es cuestión de rodar con unas gomas diseñadas para bajas temperaturas, porque el sobrecalentamiento acelera el desgaste.
Me parece fundamental comprobar la profundidad del dibujo, que no debería bajar de los 1,6 milímetros legales. Aun así, muchos expertos recomiendan no esperar a quedarte en ese umbral tan justito. Un dibujo menos profundo tiene más papeletas de provocar aquaplaning en carreteras mojadas, así que mejor cambiar los neumáticos antes de que parezcan dos hojas de papel pegadas al asfalto. La presión también juega su papel, porque una rueda demasiado inflada puede desgastarse de forma irregular y, si está por debajo de la presión recomendada, empeora el consumo de combustible y la maniobrabilidad.
Me he topado con gente que se lanza a comprar neumáticos de ocasión por ahorrarse un dinerillo, sin pensar en la procedencia o en el estado real de la goma. Está claro que cada uno administra su presupuesto como quiere, pero no es mala idea invertir en marcas reconocidas o, al menos, en un taller de confianza que no te meta un gol con ruedas en pésimo estado. También hay que fijarse si el neumático es de uso mixto, de verano o de invierno, porque no es lo mismo circular por autopista que adentrarse en caminos de tierra o barro.
Sé que hay conductores apasionados que gastan más en un solo neumático que yo en todo un año de revisiones, buscando la máxima adherencia y prestaciones. Vale, quizá no todos tenemos un coche deportivo para ir de rally por carreteras comarcales, pero una elección adecuada de la goma se nota en la conducción diaria. El coche se vuelve más estable, se reducen los temblores al pisar baches y hasta el consumo de gasolina puede mejorar.
Un buen especialista va a medir tus parámetros de alineación para que los cuatro neumáticos se desgasten de manera uniforme. He visto vehículos que parecían inclinarse hacia un lado, con las ruedas tan gastadas por el interior que daban un poco de miedo. Un simple ajuste de alineado puede ahorrarte disgustos, porque así se evitan vibraciones raras en el volante o ese efecto de irte hacia la derecha cada vez que sueltas un poco las manos (cosa que, por cierto, no aconsejo hacer más que en pruebas muy controladas).
Hay quienes posponen el cambio de neumáticos esperando la revisión oficial del coche, pero no siempre coincide con el momento apropiado. Si notas que la distancia de frenado aumenta o si en días de lluvia la parte trasera hace extraños, convendría no demorar la visita al taller. Puedes llevarte un susto en cualquier frenada imprevista. Y créeme, no te gustará tener que comprobar la profundidad del dibujo después de un choque.
Con el ritmo de vida que llevamos, a veces me da pereza hasta rellenar el depósito, pero prefiero invertir algo de tiempo en cambiar los neumáticos que arrepentirme en plena carretera. Si un frenazo te salva del impacto con el coche de enfrente, cada euro invertido habrá merecido la pena. Antes de arrancar viaje, sobre todo si es largo, reviso la presión y echo un vistazo rápido a la goma. Casi como quien mira su reloj antes de salir de casa, pero en este caso, para no llevarme sorpresas desagradables.