Cuando pasas mucho tiempo en casa ocurren cosas curiosas. Una de ellas es que empiezas a tener una relación muy extraña con la nevera: se podría llamar el síndrome de la nevera vacía. Por mucho que la llenes, siempre queda la sensación de que falta algo. Tienes 20 yogures pero tal vez no llegues a la siguiente compra y tengas que pasar un día sin yogur. Y notas cierta ansiedad ante la posibilidad de que quedar sin uno de tus alimentos imprescindibles.
Últimamente nosotros estamos haciendo la compra cada 10 días aproximadamente. Es bastante tiempo. Antes, por lo general, hacíamos dos compras a la semana: una compra más grande y otra para completar. Por ejemplo, si faltaba el queso Palo Santo de central lechera gallega o si a última hora teníamos antojo de helado. Es decir, la compra pequeña solía ser de “antojos” y para completar la grande.
Ahora es diferente. Tratamos de salir lo menos posible de casa así que no hay ‘margen al error’. Por eso debemos calcular bien la cantidad de comida que vamos a necesitar. Volvemos a los yogures. En esta casa los yogures vuelan, el ritmo de ingestión de yogur diario es altísimo. ¿Podríamos sobrevivir sin yogures? Desde luego, pero no estamos acostumbrados a pasar esta clase de situaciones en las que debes tirar con lo que hay hasta la próxima compra.
En esta situación, si se acaba el queso Palo Santo de central lechera gallega, aunque nos guste mucho, debemos aguantar hasta la próxima compra, tal y como nos lo hemos planteado. Pero mucho antes de que se acaben los productos ya empezamos a ‘sufrir’ con el tema: por eso es el síndrome de la nevera vacía, porque la vemos vacía cuando, en realidad, está a reventar…
Y es que las compras cada diez días son gigantescas. Nunca había tenido tantas bolsas de la compra en casa. Tardo más de 1 hora en colocarlo todo y cuando acabo ya no hay donde meter nada. Parece que vivimos diez en casa, pero solo somos tres. Pero nos sigue pareciendo que 30 yogures son pocos…