La pedrería y los metales preciosos dan a cada joya un color o colores distintivos, con el predominio ocasional del azul, el rosa, el verde o el morado. Por ejemplo, las pulseras blancas son el resultado de la plata u oro blanco y de las perlas, dolomitas y otras gemas de aspecto similar.
El simbolismo cromático se ha estudiado ampliamente en el último siglo, pero sus implicaciones en el sector joyero no son tan conocidas. Las piezas con un diseño tendente al blanco se asocian con la pureza, la sofisticación y el alto standing. La presencia de danburitas, zafiros o jades blancos garantizan un acabado incoloro y limpio, apto para ceremonias nupciales o el duelo.
Las joyas azules, por su parte, están cargadas de calma, serenidad y confianza. Son apropiadas para eventos formales. Los diseños en los que predomina el azul se logran mediante el uso de zafiros y tanzanitas.
Para la joyería rosa, o con protagonismo de este color sobre otros, suelen emplearse las morganitas y zafiros rosas, además del oro del mismo tono. Transmiten un mensaje de femineidad y romanticismo. Son joyas compatibles con vestidos de tonos claros y pastel.
También femeninos y espirituales son los sentimientos que despiertan las joyas moradas. Este color está presente en piedras como las charoítas, fluoritas y amatistas, que dan como resultado piezas muy refinadas y llamativas.
El rojo y sus coloraciones (bermellón, escarlata, granate, carmesí, etcétera) pueden simbolizar el amor, la pasión y la vitalidad. Los pendientes, anillos y collares con este tono no son aptas para personas frías e introvertidas. Casan mejor con personalidades seductoras y atrevidas.
Respecto al verde, es muy apreciado en joyería, lográndose mediante las esmeraldas, jades y turmalinas. Este color representa la naturaleza y la esperanza, siendo compatibles con personas que sienten una conexión especial con la tierra.