Fumando hasta el final 

Siempre admiré a mi padre por su firmeza y por su personalidad. Desde pequeño me enseñó a conocerme a mí mismo: aquel era el único camino, decía, para ser feliz. Aquello de “conocerse a sí mismo” es una frase hecha que de tanto usarla ha terminado por no querer decir nada. Pero lo de mi padre iba mucho más allá de las vacías frases de auto ayuda. 

Todos tenemos defectos y debilidades, pero la mayoría de nosotros pone mucho más énfasis en sus virtudes. Para mi padre lo importante estaba en manejar las propias debilidades. Decía que había que conocerlas y dominarlas, que no te dominaran ellas a ti. Pero no se trata de cometer el error que, según él, cometen muchas personas: creer que puedes con todo, incluso con los propios defectos. 

Uno de sus grandes “defectos” era fumar. Me dijo que cuando yo nací lo intentó dejar pero fue mucho peor, se volvió irascible cuando era una persona súper calmada y paciente. Se dio cuenta que ese no era el camino. Debía controlar ese vicio, pero no lo iba a dejar. Empezó a fumar menos pero nunca lo dejó. Me dijo que si lo hubiera sabido con 15 años, nunca hubiese empezado a fumar, pero que en su caso ya era tarde. 

Cuando ya era mayor y después de una visita al médico nos habló de sintomas cancer pancreas nos temimos lo peor pero él se mostró como siempre: tranquilo y sosegado. Y se encendió uno de sus cinco cigarrillos diarios. Después nos enteramos de que el médico le había exigido que dejara de fumar completamente porque, sin duda, podría perjudicar su enfermedad, pero él contestó que cualquier cosa menos eso. “Hazme lo que quieras, doctor, pero yo voy a fumar hasta el final”. 

Los síntomas cancer páncreas se confirmaron y tuvo que someterse a un tratamiento muy duro que llevó con mucha gallardía como en él era habitual. Pero cumplió con su “promesa”: fumó hasta el final. Vivió como quiso y murió a su estilo. Pero en otra cosa le hice caso: nunca he fumado, ya tengo bastantes debilidades.